Bueno, actualizo con cuentagotas porque 1) tengo tiempo pero no es para dedicarlo al blog 2) se acaban las ideas al cabo de un tiempo…
Así que aquí estamos. Aunque mucho sabréis todo esto y diréis que soy un inútil por poner cosas tan obvias, habrá gente que como yo hace un tiempo, no lo sabe.
Nos estamos quedando sin luna.
No es que se esté descomponiendo, o que se esté desgastando, sino que esa pequeña cabronceta se va. Ya no le gustamos. Poetas, se acabaron las bonitas metáforas en las que la luna os sacaba de más de un apuro, es hora de buscarse otra cosa, y si el artículo de hace dos actualizaciones os da un idea, no dudéis en usar esa pequeña preciosidad en vuestras composiciones xD.
A pesar de la mayor distancia a que está hoy, la influencia de la Luna sobre nuestro planeta continúa. Y la de la Tierra sobre su órbita, también. La Luna sigue —y seguirá— alejándose. ¿Debe importarnos esto?
La respuesta es un bonito SÍ. La gravedad del cuerpo lunar actúa como un estabilizador que hace que el eje de la Tierra se mantenga en equilibrio, con la inclinación que tiene, de 23°. Eso nos da las estaciones que conocemos. Nos da el clima que conocemos.
El astrónomo Jacques Lascar estudió en París qué pasaría si la Tierra careciera de esta Luna tan grande que poseemos con un cacharrito de esos tan raros. Reproduciendo en una computadora el sistema Tierra-Luna, se observa que, al quitar la Luna, desaparece la estabilidad del eje. El movimiento circular se ralentiza pero el eje de la Tierra se aparta de los 23° y sale loco. El caos se adueña del planeta: el eje varía entre 0 y 90°, lo que implica cambios climáticos brutales: se derriten los casquetes polares y se forman en otro lado, para volver a derretirse y trasladarse en el término de apenas mil años. Las temperaturas varían de manera atroz entre el día y la noche.
Cuanto más se aleja, más lenta es la rotación terrestre y más largos los días. Y menos estable es la posición del eje.
Estamos perdiendo la Luna debido a la fricción de las mareas. Evitando el flujo y reflujo de los océanos conseguiríamos retenerla. Se ha especulado en maneras de hacerlo. Se podrían construir inmensas represas, pero no en los ríos sino en los océanos. De este modo se reduciría el movimiento de masas de agua que le absorbe energía gravitacional a la Luna y produce su alejamiento.
Una idea más radical (y friki, todo hay que decirlo) fue la de Alexander Eivian, de la Universidad de Iowa, Estados Unidos, que sugirió secuestrar una de las lunas de Júpiter y colocarla en la órbita de la Tierra. Vamos, que ni de coña xD.
Decíamos que la Luna es importante para la vida de muchas especies animales, que utilizan sus ciclos en muchas de sus acciones vitales. Incluso puede ejercer influencia directa sobre nosotros: al ver el efecto que tiene sobre el agua de los océanos, deberíamos tener en cuenta que nuestro organismo es agua en un 90%.
Sin nuestra Luna ralentizando la rotación inicial, los vientos serían atroces. El clima sería infernal. Los días durarían seis o siete horas.
Vamos, que nuestra luna no es solo una inmensa bola blanca que cambia de forma. Aunque parezca que no, gracias a ella existe la vida (iba a poner por qué y cómo se creó, pero ocupaba demasiado…).
La verdad es que estamos destinados a irnos a tomar por el c&)lo, si no es un pedrolo del tamaño del Air Force One, es la luna, y si no que el sol va a pegar un reventón en cuanto miremos para otro lado… Pero bueno, eso será dentro de bastante, así que podemos vivir relajados.
Así que aquí estamos. Aunque mucho sabréis todo esto y diréis que soy un inútil por poner cosas tan obvias, habrá gente que como yo hace un tiempo, no lo sabe.
Nos estamos quedando sin luna.
No es que se esté descomponiendo, o que se esté desgastando, sino que esa pequeña cabronceta se va. Ya no le gustamos. Poetas, se acabaron las bonitas metáforas en las que la luna os sacaba de más de un apuro, es hora de buscarse otra cosa, y si el artículo de hace dos actualizaciones os da un idea, no dudéis en usar esa pequeña preciosidad en vuestras composiciones xD.
A pesar de la mayor distancia a que está hoy, la influencia de la Luna sobre nuestro planeta continúa. Y la de la Tierra sobre su órbita, también. La Luna sigue —y seguirá— alejándose. ¿Debe importarnos esto?
La respuesta es un bonito SÍ. La gravedad del cuerpo lunar actúa como un estabilizador que hace que el eje de la Tierra se mantenga en equilibrio, con la inclinación que tiene, de 23°. Eso nos da las estaciones que conocemos. Nos da el clima que conocemos.
El astrónomo Jacques Lascar estudió en París qué pasaría si la Tierra careciera de esta Luna tan grande que poseemos con un cacharrito de esos tan raros. Reproduciendo en una computadora el sistema Tierra-Luna, se observa que, al quitar la Luna, desaparece la estabilidad del eje. El movimiento circular se ralentiza pero el eje de la Tierra se aparta de los 23° y sale loco. El caos se adueña del planeta: el eje varía entre 0 y 90°, lo que implica cambios climáticos brutales: se derriten los casquetes polares y se forman en otro lado, para volver a derretirse y trasladarse en el término de apenas mil años. Las temperaturas varían de manera atroz entre el día y la noche.
Cuanto más se aleja, más lenta es la rotación terrestre y más largos los días. Y menos estable es la posición del eje.
Estamos perdiendo la Luna debido a la fricción de las mareas. Evitando el flujo y reflujo de los océanos conseguiríamos retenerla. Se ha especulado en maneras de hacerlo. Se podrían construir inmensas represas, pero no en los ríos sino en los océanos. De este modo se reduciría el movimiento de masas de agua que le absorbe energía gravitacional a la Luna y produce su alejamiento.
Una idea más radical (y friki, todo hay que decirlo) fue la de Alexander Eivian, de la Universidad de Iowa, Estados Unidos, que sugirió secuestrar una de las lunas de Júpiter y colocarla en la órbita de la Tierra. Vamos, que ni de coña xD.
Decíamos que la Luna es importante para la vida de muchas especies animales, que utilizan sus ciclos en muchas de sus acciones vitales. Incluso puede ejercer influencia directa sobre nosotros: al ver el efecto que tiene sobre el agua de los océanos, deberíamos tener en cuenta que nuestro organismo es agua en un 90%.
Sin nuestra Luna ralentizando la rotación inicial, los vientos serían atroces. El clima sería infernal. Los días durarían seis o siete horas.
Vamos, que nuestra luna no es solo una inmensa bola blanca que cambia de forma. Aunque parezca que no, gracias a ella existe la vida (iba a poner por qué y cómo se creó, pero ocupaba demasiado…).
La verdad es que estamos destinados a irnos a tomar por el c&)lo, si no es un pedrolo del tamaño del Air Force One, es la luna, y si no que el sol va a pegar un reventón en cuanto miremos para otro lado… Pero bueno, eso será dentro de bastante, así que podemos vivir relajados.
"Cuando lo veas, lo creerás, hasta entonces, limítate a saberlo" - Tradil (La profecía de Núrmeno)