sábado, 16 de julio de 2011

Orgulloso de mi lengua, preocupado por ella

Español, castellano, llamadle como queráis. Se trata de la segunda lengua más hablada del mundo como idioma materno, y la tercera lengua más hablada como primera o segunda.

Nosotros tenemos la suerte de poder conocerla casi a fondo, ya que poco después nacer es todo lo que oímos de nuestros padres. Crecemos hablando español, peleándonos con los verbos y las infinitas excepciones del idioma que lo hacen, a mi parecer, tan bonito, tan completo y tan especial.

Me siento orgulloso de ser capaz de utilizar el español sin pensar, sin tener que detenerme a reflexionar si era el pretérito pluscuamperfecto o el futuro de subjuntivo el tiempo que se usa en tal o cual situación lingüística, mientras los extranjeros que estudian el idioma se pelean por acalararse (y pocas veces lo consiguen); el sonido de la “jota”, de la “erre”, que se repiten en apenas unos cuantos idiomas diferentes al nuestro.

Sin embargo, y cada vez me preocupa y me entristece más la situación, el castellano está actualmente siendo víctima de un ataque (muchísimas veces intencionado) por parte de instituciones y medios de comunicación. Ellos son los que deberían impulsar el idioma, reforzar sus bases, pero hacen todo lo contrario.

Leer un periódico es una sesión continuada de punzadas y estremecimientos, y ver la televisión puede producir dolor de tímpano. Se habla del tercer mundo y del analfabetismo, de saber leer y escribir. Nosotros no somos tan diferentes.

¿Cuánta gente en España sabe leer y escribir en castellano? Poca, muy poca. Es cierto que, faltaría más, saben cómo es la grafía de la “a”, de la “c” y de todas las letras del alfabeto (algunos mejor que otros), y que saben que al ver dichos símbolos, se pronuncian de esta o de otra forma. Pero ahí están las faltas de ortografía, algunas realmente dolorosas, que destrozan la belleza gráfica del idioma, o las frases mal redactadas que dan cientos de vueltas para expresar algo realmente sencillo. Y aún hay gente del Gobierno que clama que dichas faltas de ortografía no son tan importantes, y que no deberían ser tenidas en cuenta en la educación. Pero ya hablaremos del Gobierno y de mi querida Leire Pajín, la mujer más ignorante después de Belén Esteban (y la más fea, aunque de nuevo se pelean por el puesto) que ha aparecido en este decadente país.

Por otro lado, la lectura. Como ya he dicho, el término leer puede entenderse como se quiera, pero no considero que leer sea articular sonidos seguidos que efectivamente corresponden a las letras que uno ve. Muchísima gente “lee”, pero no entiende qué “está leyendo”, qué significan los sonidos que emite o que entran en su cabeza al leer en voz baja. Eso, señores, no es “leer”, porque si los monos tuvieran cuerdas vocales en condiciones podrían hacer lo mismo con un poco de entrenamiento.

El último personaje en aparecer en ayuda de los destructores de la lengua ha sido Internet. “¿Para qué voy a escribir todas las letras, si tardo más y me entiendes igual? ¿No existe eso llamado economía del lenguaje? Pues eso”. Me gusta escribir, en internet y en cualquier formato, con todas las letras, con las tildes, comas y demás, porque estoy escribiendo en ESPAÑOL, no en una mierda que es lo que a veces se lee por ahí. A todos los que lo hacen, creo sinceramente que es despreciar algo que deberíamos cuidar mucho más, porque es una de las pocas cosas que podemos decir que es realmente nuestra.

Y ya que lo he mencionado (no se ha notado demasiado que a propósito, ¿verdad?), está la economía del lenguaje, que no debe confundirse con escribir de forma abreviada y, por tanto, MAL.

Desde el Gobierno se destina el dinero de los españoles a subvenciones para distintas asociaciones feministas que tratan de pasarse por el forro las reglas y el uso del castellano.

“Señores y señoras, alumnos y alumnas...” Eso, perdón por la expresión, es una gilipollez como la copa de un pino. En castellano hay una regla bastante básica que dice que en ciertas ocasiones (y está muy claro cuáles) el plural masculino es neutro, y engloba ambos géneros idiomáticos. ¿Reminiscencia patriarcal, machista? Rotundamente, NO. Hay otras muchas otras ocasiones en las que se podría hablar de algo parecido: la conserje, la testigo, etc... Pero igualmente hay cientos de ejemplos que podrían ser atacados por los hombres: el taxista, el socialista...

Que una palabra termine en “e”, o en “o”, no significa necesariamente que SEA masculina (es algo que trae realmente de cabeza a los que estudian el idioma, y podéis daros cuenta fácilmente de que comenten de vez en cuando algún error con el artículo), como quieren hacernos creer. Este punto es bastante importante, y me gustaría que todos fuéramos capaces de reflexionar sobre él, porque en él reside el quid de la cuestión.

Que “personajas” como Leire Pajín o Salgado, que hablan de “miembras” y defienden su derecho a luchar por la libertad de las mujeres (aunque a mí me parezca que no es más que tratar de excursarse por hablar como un Neanderthal, que en paz descansen), representen a los españoles, que hablan español, es una verdadera vergüenza, y lo peor de todo es que sus mensajes son retransimitidos y vistos por miles de personas, y que un porcentaje de ellas se creerán esas barbaridades y empezarán a reivindicar las mismas estupideces. Es, como ya he dicho, una verdadera lástima, y de verdad que estoy profundamente preocupado por la lengua que tanto quiero, que se destroce un idioma tan importante a lo largo de la historia y en la actualidad como el nuestro, por culpa de querer usarlo como propaganda política y por no ser enseñado como se merece en las escuelas, desde que somos pequeños. Y por qué no decirlo, por nuestra culpa, por no usarlo como se debería aunque sabemos cómo, por no darle importancia al hecho de que se va perdiendo poco a poco un idioma que tenemos la suerte de tener como lengua materna, cuando no se usa bien. ¿Adentro o dentro?, ¿más o mas?, ¿de o dé?, ¿más bueno o mejor? No nos engañemos, hemos estudiado durante muchos años el español, pero a base de escribir mal, a base de no darle importancia a hablar peor, las reglas establecidas se olvidan, y se entra en una cuesta bastante empinada que acaba por hacer que hasta a los extranjeros les dé apresión oírnos hablar.

Otro tema es el de Cataluña y su ataque indiscriminado al castellano. ¿Que en el franquismo se hizo lo mismo con el catalán? Puede ser, ¿y qué? Puede resucitarse una lengua sin enterrar a la otra. El catalán es una lengua preciosa pero, con todos mis respetos, es inútil fuera de Cataluña (con algunas ínfimas excepciones). Llaman comportamiento fascista a lo que ellos están haciendo en una Democracia, delante de nosotros y sin que los que de verdad deberíamos decidir podamos hacer nada. De nuevo, realmente vergonzoso.

Ojalá todo esto cambie, y ni el Gobierno, ni los medios, ni nosotros mismos seamos capaces de triturar el castellano, porque es el mayor y más bonito patrimonio que tenemos.



P.D.: Soy el primero en cometer errores, escribiendo y hablando, pero continuamente trato de corregirlos y de aprender más del español que, por otra parte, tanto me ha permitido aprender a mí (casi todo lo que sé, para ser más precisos).